lunes, 28 de marzo de 2016

Soy montañera

Caminar habitualmente por el paseo marítimo, hacer alguna que otra excursión dominguera a la Serralada litoral, casi todas las caminatas populares de los alrededores y cargar en la memoria y el corazón las 9 maravillosas etapas del Camino de Santiago, no me hacen una experta. Ni mucho menos.

Pero soy valiente. O atrevida. O inconsciente. O loca. O un poco de todo.

Con un fin de semana disponible y ese poco de todo, me apunté a una salida de senderismo no apta para gente tibia. Porque la montaña requiere de calor.
Calor en las piernas para subir hasta la cima y calor en las manos para aferrarte a los palos cuando te sientes caer. Calor en la sangre para vencer tus miedos y seguir adelante a pesar del agotamiento. Calor en la cara cuando la levantas al cielo cerrando los ojos y dejándote extasiar por el silencio. Calor en el alma cuando los desconocidos que te acompañan se convierten en compañeros de risas, de complicidades, de confidencias, de esa cosa tan especial que se siente cuando estás a punto de desfallecer y una mano, una mirada, una palabra, un gesto, te devuelven el aliento necesario para seguir y seguir hasta donde nunca te habías imaginado que podías llegar.




Cuando Dai me apuntó en su agenda como "Eli montañera" yo pensé que el título me iba grande, que sólo era una loca inconsciente y atrevida disfrazada de valiente.
Superado el susto del primer ascenso, y las dificultades respiratorias que tuve hasta llegar a la cima, supe que era capaz de afrontar el reto del segundo día. Hasta que caí  de espaldas roca abajo mientras era consciente que en el mejor de los casos me rompería la columna. Pero la mochila salvó mi columna y Joan mi vida.
Magullada, dolorida y muy asustada, continué el ascenso y llegué hasta el final superando un reto físico, mental y emocional que me hizo crecer tanto como el Monte Caro.

Así que esta loca e inconsciente atrevida con una pizca de valentía, se ha convertido en una auténtica montañera.

viernes, 7 de junio de 2013

Un nuevo camino

Este camino no me lleva a Santiago, aunque si a uno de los lugares más cargados de magia que he conocido en mi vida.
No es un peregrinaje interior, aunque sí un desafío físico y mental.
No es EL camino, aunque si un camino. Uno distinto.
Mañana sábado, a las 4:30 hs. de la mañana, intentaré llevar a cabo una travesía a pie desde Teià hasta Montserrat. Serán 61 km y un desnivel acumulado de 2000 metros.
Estoy acojonada, pero me sobran las ganas.



Cuando has hecho 211 km bajo la lluvia, el sol, el viento, el barro, combatiendo dolores físicos y del alma, 61 km parecen una nimiedad. Es menos de la cuarta parte, aunque no es lo mismo hacerlo en varias etapas que en una sola, ni es lo mismo subir hasta el Alto Do Poio a 1337 metros en dos etapas que a Montserrat a 1236 metros en una sola.
Nada es lo mismo y sin embargo el cosquilleo que siento, lo es.

Lo dicho: estoy acojonada, pero me sobran las ganas.


Al final se ha quedado en la mitad. 
Una presión añadida al esfuerzo físico, una tormenta impresionante, un puñado de contradicciones, otra tormenta más fuerte que ha calado más allá de los huesos...
En fin, que los 61 se han quedado en 33 km., pero como dice Merche, Montserrat no se mueve de sitio porque nos está esperando.

Y un día subiremos...

(Editada el 09/06/2013)

jueves, 24 de enero de 2013

Anhelando el próximo

"No es verdad. El viaje no termina jamás. Solo los viajeros terminan. Y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdo, en narración... El objetivo de un viaje es solo el inicio de otro viaje."


José Saramago

martes, 7 de agosto de 2012

De cómo un rito vacío te toca el alma

Dicen que el peregrino se caracteriza por poner en acción algo que es simbólico, aquello para cuya expresión no tenemos palabras que puedan explicar la vivencia de lo que sentimos. A través del símbolo, conseguimos transmitir en parte, esas vivencias.
Uno de ellos es poner la mano sobre el parteluz del pórtico de la Gloria.
La tradición dice que los peregrinos que llegaban cansados de su largo viaje, apoyaban allí su mano para descansar mientras oraban, solicitando con este sencillo gesto, el acceso a la felicidad. La columna tiene unas marcas ya prefiguradas en la piedra como una huella que espera esa mano en una común-unión de todos los peregrinos de todas las épocas.
Actualmente, esta preciosa tradición está prohibida, con la excusa irrisoria de ser un rito vacío y fuera de lugar para el s.XXI.
Hoy hace 4 semanas, que estiré mi mano hacia el parteluz del pórtico de la gloria y aunque no pude tocarlo, la tradición me tocó a mi y mi mano (simbólicamente) se unió a esas millones de manos de otros peregrinos que, como yo, fuimos en la búsqueda de algo, de alguien y sobre todo, de nosotros mismos.